Hace un año dejamos nuestra casa en la provincia de Alicante para comenzar un viaje sin rumbo fijo. No fue una decisión impulsiva ni fruto del aburrimiento, sino el eco de una intuición persistente, una aventura pendiente que pedía su momento. Algo —no sabíamos exactamente qué— nos empujaba a salir al camino. Con nuestros hijos, una caravana, algunos libros y nuestra cocina macrobiótica, emprendimos ruta por España y Portugal.
Vivimos días entre bosques y playas solitarias. Compartimos tareas en fincas rurales, descubrimos lugares de una belleza silenciosa, practicamos educación libre en distintos entornos. Aprendimos de la naturaleza, de la gente, del movimiento mismo. Sin una hoja de ruta clara, solo un hilo invisible que nos iba guiando paso a paso. Y fue precisamente en esa entrega al camino donde aprendimos una de las lecciones más profundas del viaje: la importancia de estar atentos a las señales.
Quizás lo has vivido alguna vez. Una conversación que aparece justo cuando necesitas una respuesta. Un lugar que te llama sin saber por qué. Una dificultad que te obliga a cambiar de dirección y termina siendo una bendición disfrazada. Eso es una sincronicidad: una coincidencia cargada de sentido. Carl Jung las definía como “acontecimientos significativos que no tienen una relación causal, pero que parecen estar conectados”. Nosotros las experimentamos muchas veces este año. Algunas tan sutiles que apenas las notamos. Otras tan evidentes que la vida parecía gritarnos lo que debíamos hacer.
Y es que no necesitas recorrer cientos de kilómetros para reconocer las sincronicidades. La vida está llena de ellas, incluso en lo cotidiano. Basta con mirar con otros ojos y estar atentos a los dictados del corazón.
En invierno aparcamos la caravana y nos instalamos en un apartamento en La Herradura, un pequeño pueblo costero de Granada, solo para huir del frío, porque el viaje continuaba. Pero al llegar, ocurrió algo inesperado. Apareció una escuela ideal para los niños. Una comunidad cálida, acogedora. Un ritmo de vida lento, amable, humano. Sin buscarlo, encontramos un lugar que nos abrazó. Y lo supimos: esa parada provisional era, en realidad, el hogar que no sabíamos que estábamos buscando.
A finales de este mes de junio volvemos a la carretera durante todo el verano, pero en septiembre regresaremos aquí, a nuestro nuevo hogar. A veces la vida sabe mejor que uno mismo a dónde debe llevarte. Solo hace falta saber escuchar, sentir sin miedo.
Nuestra intención inicial era viajar durante un año y luego regresar a Alicante. Pero aprendimos a soltar esa expectativa. A fluir con lo que sucede. A entender que lo que parecía un desvío era, en realidad, el camino correcto. Esa flexibilidad y desapego ha sido uno de los grandes regalos del viaje. Y no solo sirve en la carretera. También en lo cotidiano: cuando pierdes el trabajo, cuando una relación termina, cuando enfermas, cuando un plan se cae o una oportunidad inesperada se presenta. Si estás atento, si te dejas guiar por algo más profundo que tus miedos, el cambio puede llevarte justo a donde necesitas estar.
Mientras recorríamos caminos, cocinábamos arroz integral en lugares insólitos y descubríamos, sin buscarlo, nuestro nuevo hogar, no he parado de escribir. Primero en este blog, donde compartí escenas, aprendizajes, reflexiones. Luego, ese hilo se transformó en una novela que tengo casi terminada. Una historia tejida con lo vivido, con recetas, momentos reales y una búsqueda interior que atraviesa cada página. No es solo nuestro viaje. Es también el de tantos que buscan lo mismo: sentido, libertad, sabiduría. En pocas palabras: el viaje interior hacia el ser gigante que habita en nosotros.
Las sincronicidades no ocurren solo en las grandes travesías. También están ahí, en el día a día, esperando a ser vistas. Aparecen cuando estás presente. Cuando haces espacio al silencio. Cuando no llenas cada momento con ruido, distracción y comida basura. La atención plena no es un lujo espiritual: es una forma radical y humilde de habitar el mundo. Escuchar a la vida implica soltar el control, renunciar a tenerlo todo bajo calendario, dejar que el alma diga también la suya.
Como en El Alquimista, el tesoro no siempre está donde pensábamos. Pero las señales están. Siempre están. ¿Estás sabiendo verlas? ¿Te permites cambiar de dirección cuando algo en ti lo pide? ¿Qué señales te está mostrando la vida últimamente? ¿Qué decisión vienes postergando, aunque ya sabes la respuesta? Tal vez no necesites hacer grandes planes. A veces basta un pequeño paso para que todo el mapa se despliegue ante ti.
Gracias por leerme y espero inspirarte para que mejores tu vida.
Aquí te dejo el podcast de este texto. Espero que te guste:
Totalmente de acuerdo. Me cuesta cambiar a veces, creo que por miedo a lo que esos cambios traerán
Me encanta tus reflexiones, llegué a conocerte por casualidad en you tube y era lo que estaba necesitando, estoy aprendiendo a comer desde la conciencia por un problema de colitis ulcerosa y de estómago que llevo lidiando hace poco y siento que volví a nacer desde que descubrí lo que tenía y como veo la vida ahora de una manera más agradecida y feliz de saber que mi cuerpo lo cuido como un templo ya no como por comer. Estoy cuidándome con tus recetas es increíble tener que pasar por una enfermedad para aprender a valorar nuestro cuerpo.
Un abrazo
Querido Mariano, que admirable me parece lo que han hecho para aventurarse de esa manera. Se requiere valentía para solar el falso “control” y fluir con la vida. Confieso que a veces fantaseo con hacerlo. Hasta el día de hoy no me he atrevido.
Recuerdo que llegué a ti en pleno inicio de pandemia. Tomé una clase que diste en línea del Yin Yang de los alimentos. Y tuvo tal impacto, que desde entonces empecé a hacerme consciente de mi alimentación, mis herramientas y métodos.
Leerte es inspirador y me siento muy en sintonía con lo que compartes. Gracias porque cada lectura me recuerda que es más sencillo de lo que creo el vivir una vida plena y feliz, sólo hay que estar presente en ella.
Gracias Mariano, tus palabras me han emocionado, son la clave de todo. Y me ha encantado la frase: «La atención plena no es un lujo espiritual: es una forma radical y humilde de habitar el mundo»
Te imaginas la humanidad viviendo así?
Os deseo lo mejor en vuestro nuevo hogar y me alegro mucho que vayamos poco a poco hacia nuestro SER. Abrazo