Fue en la finca de Henrique, un día por la mañana, cuando pasó algo fuera de lo normal. Justo después de alimentar a las gallinas, Dillon encontró una paloma en el gallinero y estaba muy emocionado por tenerla en sus manos. Luego la arrojó hacia arriba y esta salió volando. En ese momento, conecté con la libertad que tenemos en nuestra vida a pesar de todas las cosas que no nos resultan agradables y que nos hacen sentir molestos.
¿Y cómo no estarlo cuando tienes que calentar agua durante 20 minutos para una ducha rápida, o lidiar con un baño seco portátil? Las incomodidades de la vida cotidiana en una caravana de los años setenta no pasan desapercibidas. Solo tenemos dos fuegos de gas para cocinar mi querida cocina macrobiótica, y cada noche, al acostarnos sobre colchones de gomaespuma, me siento un auténtico faquir que añora el maravilloso paraíso perdido en nuestra casa de Alicante con un colchón de látex ecológico.
Sin embargo, cuando me dejo arrastrar por el descontento, intento volver al presente para ver lo afortunado que soy. Pienso en quienes viven en extrema pobreza, en campos de refugiados, incluso recuerdo el relato de Victor Frankl en «El hombre en busca de sentido», cuando describe cómo, en los campos de concentración, con el resto de presos soñaban con manjares, hablaban horas y horas de lo que comerían al terminarse aquel infierno. Cualquier bocado sencillo se convertía en un banquete mental.
Así, un sencillo plato de arroz integral con gomasio se convierte en un banquete de gratitud. Cada bocado, saboreado en calma, está impregnado de libertad, compartido con mi familia. En esos instantes, el tiempo parece detenerse, y lo efímero se vuelve valioso, un recordatorio de lo que solemos perder en la prisa diaria.
Este viaje me regala sus incomodidades para aprender, de forma experiencial, que el deseo no tiene límites. Siempre queremos más y más comodidades. Más y más cosas, mientras pasamos menos y menos tiempo atentos a lo que realmente importa. Cuando obtenemos las cosas que deseamos, estas pronto pierden su brillo. Si tenemos un coche nuevo, al mes ya no sentimos el mismo frenesí que cuando lo acabamos de comprar.
Lo esencial de la vida parece no estar en lo material, sino en las personas que nos rodean y en cumplir con nuestra misión en la vida, con el verdadero camino interior. Cuando hacemos lo que amamos, el tiempo vuela, y cada momento se vuelve sagrado. Vivimos en presencia, despiertos, libres de automatismos.
Y cuando somos nosotros quienes cambiamos, nos amoldamos a las circunstancias cambiantes, eternas, propias del flujo de la vida, entonces las incomodidades y la escasez pasan a ser un juego. Vemos más claramente los códigos que componen la «Matrix» en la que nos movemos como actores de una comedia dramática.
A pesar de las duchas «a la olla» y los colchones que claramente han vivido mejores décadas, la caravana, que cuando estoy dormido me resulta claustrofóbica, de repente se expande cuando tomo un momento de conciencia. Siento compasión por los que nada tienen y más aún por los que tienen de todo y siguen infelices buscando tener más y más.
Cuando vuelvo al presente, despierto y aprecio estas pequeñas cosas, me doy cuenta de lo afortunado que soy al tener la posibilidad de ser un nómada digital, ofreciendo consultas de macrobiótica a distancia y dirigiendo mi escuela desde cualquier lugar del mundo mientras caminamos entre huertos o vivimos experiencias como las que nos ofrecen las fincas de permacultura.
Así los seis metros cuadrados de caravana se convierten en una mansión de libertad, y con mi espalda endurecida de faquir vuelvo a disfrutar como un niño de las duchas portátiles en plena naturaleza, como cuando empecé el viaje, tocando con mis pies el césped, el agua y el latido de la Tierra.
Los desafíos se suavizan con el correr del agua y se transforman en oportunidades para apreciar lo esencial: la conexión con la naturaleza, el tiempo con Carolina y los niños, y la libertad de ser nómadas por un año.
Te invito ahora a hacer una pausa y escribir una lista de cinco cosas por las que sientes gratitud. En este mundo lleno de estímulos, tomarte un momento para reflexionar te ayudará a reconectar con lo esencial. Si escuchas tu corazón, verás que lo más valioso suele encontrarse en lo sutil, más allá de lo material, el dinero y las comodidades. Esas cinco cosas estarán conectadas con lo que realmente nutre tu ser interior y te aporta paz y plenitud.
¿Qué tienes para valorar en tu vida? ¿Por qué dar gracias hoy? Desactiva por un momento los pensamientos en serie de queja y negatividad y abre los ojos a la última realidad.
Me llegó al corazón esta reflexión, Mariano. A veces estamos tan atrapados en la búsqueda de comodidad que olvidamos valorar lo esencial. Ese pequeño ritual de agradecer con cada bocado o con cada gota de agua en una ducha me inspira a buscar más momentos de gratitud en mi día a día. Gracias por recordarnos lo importante.
La verdad es q me haces pensar en cuántas veces me quejo de cosas tontas sin ver lo afortunado q soy. Leyendo esto siento q a veces nos falta esa pausa, ese momento para ver lo q realmente importa. Tomaré tu consejo de escribir mi lista de gratitud hoy mismo, creo q la necesito