¿Te has preguntado alguna vez cuánto del caos que nos rodea se refleja también dentro de nosotros?
Antes de embarcarnos en esta aventura de viajar por España durante un año, Carolina y yo dedicamos meses a ordenar, limpiar y deshacernos de lo innecesario. No fue sólo un proceso físico; cada objeto que dejábamos ir parecía aliviar también un peso interno, preparando el camino hacia una vida más liviana y consciente. Fue un esfuerzo considerable, un verdadero ejercicio de desapego y minimalismo. A pesar de vivir de manera sencilla, nos dimos cuenta de que habíamos acumulado aún más de lo que nos habría gustado, y fue revelador ver cuánto aligerar nuestra carga nos preparaba para este año en movimiento.
En medio de la gran limpieza previa al viaje, llegamos a un momento cargado de significado: la decisión de deshacernos de aquellos diarios que Carolina y yo habíamos escrito durante nuestras aventuras por Europa, en aquellos años de libertad antes de ser padres. Esos cuadernos eran un tesoro, llenos de historias de trenes interminables, recuerdos dibujados a mano, entradas de museos, mapas garabateados y reflexiones espontáneas.
En una época sin redes sociales ni WhatsApp, aquellos diarios eran nuestro refugio y nuestro espacio para registrar lo que vivíamos. Cada página tenía un sentido entonces, y quizás sin saberlo, fueron la semilla de este diario que ahora estás leyendo. Sin embargo, sentimos que ya habían cumplido su propósito. Aquellas aventuras eran bellas, pero el tiempo de sostenerlas había pasado.
Decidir deshacernos de ellos fue, sin duda, un acto de desprendimiento. Nos preguntamos si realmente podríamos dejar ir todo ese archivo de recuerdos físicos. La respuesta fue sí, porque entendimos que hay que pasar página y soltar el peso del pasado para poder vivir plenamente el presente.
El apego a esos recuerdos podía habernos anclado, pero elegimos honrarlos y luego soltarlos. Así, una mañana antes de partir, llevamos una caja repleta de cuadernos a los contenedores de basura de nuestro barrio. En silencio, agradecimos a quienes habíamos sido y a esos momentos de descubrimiento juntos. Agradecimos la posibilidad de haber viajado, aprendido y vivido intensamente aquella etapa de nuestras vidas.
Sólo hemos guardado una foto de toda esa pila de diarios de viaje, que más pronto o más tarde, también quedará en el olvido.
Ahora, la vida nos llama a un nuevo viaje, con nuestros hijos y en caravana. Quizás algún día este diario también desaparezca, y estará bien. El tiempo que dedicamos al pasado es tiempo que no invertimos en el presente, que es lo único que realmente existe.
Y como ya no viajamos solos, este esfuerzo de limpieza no solo involucró nuestras pertenencias; también nuestros hijos fueron parte de este proceso, y ellos tienen sus propios apegos y deseos. Les encanta llevarse sus muñecos al viaje, y muchos de ellos tienen un valor especial, ya que han sido tejidos a mano por ellos mismos o recibidos como regalos de personas queridas. Al final, la mitad de las cosas que llevamos en la caravana son sus juguetes y objetos, porque para ellos, cada muñeco es un amigo en esta ruta nómada.
Todo este proceso nos sorprendió para darnos cuenta de que, a pesar de considerarnos minimalistas, habíamos acumulado mucho más de lo necesario en estos últimos años desde nuestro regreso a España en marzo del 2020. Nos propusimos, desde entonces, que realizar una limpieza anual, dejando espacio para lo esencial, sería más que un hábito: sería una manera de despejar nuestra mente y cuidar nuestro espíritu.
Sin embargo, el grueso de esta limpieza la hicimos semanas antes de emprender el viaje. No teníamos escapatoria, pues una familia holandesa había alquilado nuestra casa y ocuparía nuestro vacío durante nuestro año de viaje.
En lo que llevamos de viaje, viviendo sólo con lo necesario en nuestra caravana, comprendimos que el desorden externo muchas veces refleja apegos y emociones no resueltas. La acumulación tiende a llenar espacios que, en realidad, podrían albergar paz y claridad. Cuando un hogar se satura de cosas innecesarias, es como si nuestra mente también se volviera ruidosa y dispersa, agotada en buscar entre el exceso.
¿Cuántas veces posponemos la limpieza de un cajón, de una habitación, de un escritorio, creyendo que no es tan importante, cuando en realidad cada espacio acumulado proyecta en nuestra mente una especie de ruido, una constante lista de pendientes invisibles?
Y esto se extiende también a nuestra alimentación. ¿Cómo nos sentimos cuando nuestra cocina está desordenada, cuando los alimentos están a medio terminar o cuando nuestras decisiones en la mesa se rigen por el impulso y no por la consciencia? El desorden en nuestra alimentación, como en nuestra casa, afecta nuestra armonía.
Si nuestra dieta está llena de exceso y de alimentos que nos alejan del bienestar, estamos alimentando el caos interno. Preparar nuestros alimentos en una cocina ordenada y con intención es una forma de autocuidado; es decidir nutrir nuestro cuerpo con el mismo respeto con el que ordenamos nuestro espacio.
Al final, terminamos organizándonos en apenas dos metros cuadrados para todas nuestras pertenencias, entre el armario en casa y el espacio de la caravana y el coche. Este viaje nos mostró, hasta en los detalles más pequeños, lo liberador que es vivir con lo esencial y lo significativo que es cada objeto que decidimos llevar.
Cuando los niños echan de menos nuestra casa, lo que realmente desean es reencontrarse con nuestra gata Dina, recordándonos que lo que más importa no son las cosas, sino los vínculos que construimos.
Ahora, mientras vivimos en un apartamento en La Herradura con las mismas pertenencias que llevamos en nuestra caravana, disfrutamos de esta sensación de ligereza y libertad, moviéndonos donde la vida nos lleve, sin más ataduras que las que el corazón elige conservar.
Te invito a que ordenes tu casa y que dejes ir lo que ya no tiene sentido en tu vida para que nueva energía y experiencias de vida alimenten tu experiencia en este mundo. Para ello, te quiero dar las pautas básicas del orden minimalista para que puedas llevarlas a la practica esta misma semana.
- Empieza con un área pequeña: Enfócate en un armario o una habitación para no abrumarte, y así vas poco a poco abarcando toda tu casa, tu vida, tu mundo.
- Deshazte de lo que no usas: Si un objeto lleva más de un año sin uso, quizás ya no sea necesario, ¿no te parece?
- Mantén solo lo que aporta valor: Pregúntate si realmente te beneficia o te aporta alegría. Algo pudo haber sido muy valioso en el pasado pero ahora se ha transformado en un estorbo.
- Asigna un lugar para cada cosa: Esto ayuda a mantener el orden y evita la acumulación. ¡No vivas en un gran cajón de sastre!
- Establece una rutina de limpieza anual: Hacer una «limpieza general» al menos una vez al año ayuda a mantener la armonía y estar más atentos para impedir que entren más cosas inútiles a nuestro hogar.
Una clave del minimalismo es recordar que los objetos deben facilitarnos la vida, no complicarla. Antes de comprar algo nuevo o conservar algo que ya tienes, pregúntate si realmente cumple una función en tu día a día o si solo está ocupando espacio. Este enfoque no sólo se aplica a cosas grandes; incluso los pequeños objetos acumulados pueden sumar estrés. Si encuentras que algo requiere más tiempo para ser mantenido, limpiado o acomodado de lo que realmente usas o disfrutas, es posible que ese objeto esté controlando tu espacio en lugar de ayudarte a simplificarlo.
La verdadera riqueza parece estar en lo esencial. Mantener el orden en nuestra vida, desde la cocina hasta el espacio que habitamos, es un acto de respeto hacia nosotros mismos. Alimentar el cuerpo de manera consciente y mantener un hogar en armonía son prácticas que elevan el espíritu. El orden exterior trae paz interior y nos recuerda que la verdadera libertad es soltar lo que ya no necesitamos para hacer espacio a lo que realmente importa.
¿Qué estamos acumulando en nuestras vidas que, lejos de darnos estabilidad, nos impide avanzar? ¿Por qué nos aferramos a las cosas? ¿Qué miedos nos provoca dejar ir los objetos? Liberarnos, tanto en el hogar como en el corazón, nos devuelve una ligereza que solo se entiende cuando se experimenta.
Sandra
Qué experiencia tan profunda y reveladora… Me hizo reflexionar sobre todo lo que guardo sin sentido en casa. Quizá es momento de dar un paso y soltar, como tú dices, para dejar espacio a lo que realmente importa.
Increíble lo de los diarios! No se si yo sería capaz de hacerlo… esa idea de deshacerte de años de recuerdos, es como decir adiós a una parte de ti. Pero bueno, supongo que es una manera de mirar adelante sin tanto peso.
Wow, admiro la capacidad que tuviste para dejar esos diarios atrás. Me inspira mucho para hacer una limpieza en mi propia vida y liberar espacio físico y emocional. Al final, lo que queda son las experiencias vividas, no tanto los objetos. Mariano, estoy en uno de tus progamas, me está encantando y tambien estoy aprendindo la conexión entre la comida y la acumulacion de cosas.
q fuerza! creo q todos tenemos algo q nos cuesta dejar ir, ya sea cosas o recuerdos. pero lo q dices es verdad: mientras miremos atrás, no estamos viviendo el presente.
Maravilloso Mariano!!