Aprender a soltar lo que ya no nos sirve puede parecer una tarea monumental, pero es un acto necesario para nuestro crecimiento personal. Se trata de un ejercicio necesario de autoobservación, que podemos repetir y repetir hasta crear un buen músculo espiritual que tarde o temprano termina por dar sus frutos.
Al igual que un árbol que deja caer sus hojas secas para dar paso a nuevos brotes, nosotros también debemos reconocer qué pensamientos, emociones o hábitos han cumplido ya su función y es momento de dejar ir. Sin embargo, este proceso no siempre es fácil, porque soltar lo viejo nos enfrenta a lo desconocido y, muchas veces, a nuestras propias resistencias internas.
Recuerdo una conversación con una persona que asesoré en el pasado. Llevaba años acumulando ropa en su armario. Prendas que ya no le quedaban o que no usaba desde hacía décadas. Le costaba desprenderse de ellas, no porque las necesitara, sino porque cada pieza le recordaba algo de su pasado.
Cuando finalmente decidió hacer una limpieza, me confesó que al principio sintió una mezcla de nostalgia y pérdida, pero después, cuando vio el espacio libre que había creado, experimentó una sensación de alivio y ligereza. Fue entonces cuando vimos que este acto físico de soltar es un reflejo de lo que sucede también en nuestra mente.
Lo mismo ocurre con nuestras emociones y patrones de pensamiento. Por ejemplo, la crítica constante hacia uno mismo puede ser algo que aprendimos como un mecanismo para mejorar o para cumplir con expectativas externas. Sin embargo, ¿cuántas veces ese hábito termina convirtiéndose en una carga que nos impide avanzar?
Tal vez crecimos pensando que ser duros con nosotros mismos nos haría más fuertes, pero hoy podemos darnos cuenta de que esa dureza solo nos mantiene atrapados en un ciclo de insatisfacción.
El verdadero cambio comienza cuando observamos estas dinámicas internas y nos preguntamos: ¿qué es lo que realmente necesito ahora? Por ejemplo, en lugar de regañarnos por no haber cumplido un objetivo a tiempo, podríamos aprender a celebrar el esfuerzo que hicimos y permitirnos ajustar el rumbo sin culpas.
O si estamos atrapados en un hábito como revisar compulsivamente el teléfono antes de dormir, podríamos preguntarnos: ¿qué estoy buscando realmente? Tal vez un momento de conexión, de calma o de escape.
En uno de mis grupos de trabajo hablé con mis alumnos sobre cómo incluso pequeños actos pueden ayudarnos a transformar lo viejo en algo nuevo. Una de mis alumnas compartió su experiencia con la jardinería: cómo, al podar las ramas secas de sus plantas, no solo estimulaba su crecimiento, sino que también se daba permiso para soltar las expectativas que ya no tenían sentido en su vida. Este sencillo acto físico se convirtió para ella en un símbolo de su proceso emocional.
Lo nuevo no llega porque lo busquemos desesperadamente, sino porque creamos espacio para que aparezca. A veces, soltar no es un acto de pérdida, sino un regalo que nos damos a nosotros mismos. Es como dejar de cargar una mochila llena de piedras que ni siquiera sabemos por qué llevamos, para finalmente caminar más ligeros y conscientes.
El reto está en darnos cuenta de que no necesitamos todo lo que cargamos. Al soltar, descubrimos que muchas de esas cargas solo estaban ahí porque nos aferrábamos al pasado. Y lo más hermoso de todo es que, al liberar espacio, nos abrimos a posibilidades que ni siquiera habíamos imaginado.
¿Qué estás cargando hoy que ya no te sirve?
Te invito a que hagas una lista de esos pensamientos, hábitos o emociones que te gustaría dejar ir. Luego, elige uno solo para comenzar y piensa: ¿Qué espacio nuevo puedo crear en mi vida al liberarme de esta atadura?
Disfruta de la vida, obsérvate y dirígete hacia tu ser infinito conociéndote cada día un poquito más. No hay actividad más noble y provechosa, para ti y para la humanidad que conocerte mejor.
Me hiciste pensar mucho con esto de soltar. Siempre he tenido problemas para dejar ir algunas cosas, pero creo que nunca lo había visto como una oportunidad para crear espacio. Voy a intentar ponerlo en práctica, gracias.
Wow, nunca había relacionado el soltar cosas con cambiar pensamientos. Me siento muy identificada con lo de la mochila llena de piedras, creo que todos llevamos una sin darnos cuenta. Me encantó el ejemplo del amigo con la ropa.
Es tan difícil a veces dejar ir emociones del pasado, pero lo explicas de una forma que se siente más posible. Me encantó lo de crear espacio para lo nuevo, es justo lo que necesito ahora.