Esta semana hemos estado leyendo «El Alquimista» de Paulo Coelho con mis hijos. Es un libro sencillo y a la vez profundo, una fuente inagotable de reflexiones sobre el misterio de la vida. Cada semana dedicamos un rato a la lectura y luego ellos plasman lo que han entendido en dibujos llenos de color y creatividad. Mientras los observo, no puedo evitar pensar que, como Santiago, el protagonista del libro, ellos también están aprendiendo a encontrar tesoros en las historias, en los desafíos, en cada trazo de cera.
En uno de los capítulos, Santiago enfrenta un momento crítico: le han robado todo el dinero que necesitaba para continuar su viaje. De repente, tiene que decidir cómo contemplar el mundo: ¿Como una víctima de un ladrón o como un aventurero en busca de un tesoro? Esta escena me llevó a reflexionar sobre cómo respondemos cuando las cosas no salen como esperamos.
La vida siempre nos presenta dos caminos, como un susurro constante del Yin y el Yang. Podemos elegir quedarnos atrapados en la tristeza y el desaliento, apegados al fracaso y al pasado, o podemos levantar la mirada, aprender de la experiencia y seguir adelante. Las derrotas, aunque amargas, traen consigo una semilla de esperanza y creatividad, un caos silencioso que puede dar origen a algo inesperado y maravilloso si sabemos mirarlo con ojos de aprendiz.
La alquimia, en su sentido más profundo, no trata solo de convertir el plomo en oro, sino de transformar nuestra experiencia interna. Cada obstáculo que enfrentamos es materia prima esperando ser transmutada. Como en el laboratorio del alquimista, la vida nos da oportunidades para tomar lo que parece inservible y destilarlo en algo valioso. El rechazo, el error, o incluso la pérdida son como el plomo de nuestra experiencia, cargados de potencial. Cuando abrazamos estas experiencias con apertura y gratitud, algo cambia dentro de nosotros: la decepción se convierte en sabiduría, el fracaso en fuerza, y el dolor en compasión. El arte de esta transformación está en no resistir el proceso, en permitirnos sentir, aprender y crear algo nuevo.
En la vida cotidiana, estas elecciones se nos presentan una y otra vez. Cuando un proyecto en el trabajo fracasa, no es un callejón sin salida, sino una oportunidad para replantearlo y encontrar un enfoque mejor. Si un plato que has intentado cocinar no resulta como esperabas, como ese pan que a veces se niega a crecer, puedes sonreír y pensar: “Estoy más cerca de dominarlo”. Incluso en relaciones que se rompen, hay en las cenizas una chispa de energía para algo nuevo, una amistad o un amor que están por venir.
El arroz integral, en su estado crudo, puede parecer áspero, poco atractivo, y hasta intimidante para quien no está familiarizado con su preparación. Pero, como sucede en la alquimia, lo que aparenta ser simple e inerte está cargado de posibilidades esperando ser reveladas. Si lo miramos con paciencia y seguimos las instrucciones de un maestro, ese puñado de granos duros puede transformarse en un plato lleno de vida, terapéutico y energéticamente equilibrado.
Al cocinarlo con atención, dejando que el fuego y el agua hagan su magia, vemos cómo cada grano se suaviza y libera su esencia. Su sabor pleno, su textura envolvente, y su capacidad para nutrirnos profundamente son el resultado de un proceso de transformación consciente. Lo que antes parecía incomible, ahora se convierte en un placer para los sentidos y una medicina para el cuerpo y el alma.
Así como en la vida, si nos enfrentamos al «arroz crudo» de nuestras experiencias con creatividad y dedicación, podemos convertir cualquier desafío en un regalo lleno de propósito y equilibrio.
Esta capacidad de transformar la derrota en maestra de vida depende de nuestra actitud. Si permanecemos inmóviles, anclados en el dolor, las experiencias negativas pierden su propósito. Pero si decidimos abrirnos al aprendizaje, cada obstáculo alimenta nuestro crecimiento.
Ahora mismo, mientras saboreo un reconfortante té kukicha, pienso en las sorpresas que la vida guarda en su interior, incluso en los momentos más difíciles. Las derrotas, los errores, las puertas cerradas, todos llevan consigo una lección escondida. Lo importante es no dejar que la frustración nos nuble la vista.
Y tú, ¿cómo contemplas el mundo? ¿Como una víctima de tus circunstancias o como un aventurero que busca tesoros ocultos?
Este es el momento de elegir tu perspectiva. Tal vez el próximo sorbo de té o el siguiente intento con la receta que no salió bien te sorprenda con una chispa de magia inesperada.
esto del arroz me hizo reflexionar un monton.siempre lo evito porque me parece pesado de cocinar pero creo q tengo q cambiar mi manera de verlo… tal vez lo intente de nuevo! Voy a aprender contigo Mariano, necesito ya alguno de tus cursos! Estoy comiendo horrible!
Que bonito loque dices sobre las derrotas, nunca lo había pensado así. siento q aveces me cuesta mucho salir de esos momentos pero leer esto me dio como un empujon. gracias por compartir tus reflexiones Mariano.