La insatisfacción nace cuando vivimos desde la carencia, desde la sensación de lo que nos falta. “Mi casa es más pequeña de lo que quisiera… no soy quien debería ser… no tengo lo que otros tienen…”. Ese diálogo interno nos arrastra por un camino amargo, como una sequedad que resquebraja por dentro. Y claro, ¿qué mejor que un dulce para disfrazar el sabor amargo de la vida? El problema, sin embargo, no está en la falta en sí, sino en la visión distorsionada que surge del ego. Buda lo llamaba ignorancia: la incapacidad de ver la realidad tal cual es.
El deseo es infinito. No hay final en su camino. Si nos dejamos guiar por él, siempre encontraremos una nueva carencia. Una casa nos parecerá pequeña, una grande será insuficiente porque no tenemos otra en la playa, y así sin fin. La mente que camina en ese juego se condena a no tener descanso, a competir con fantasmas, a vivir inquieta.
Esta mañana, después de mi meditación diaria, respirando en silencio, tomé conciencia de la abundancia que fluye por todas partes. Desde las células, que expresan una inteligencia infinita, hasta las nubes que viajan libres en el cielo, recordándonos que la vida está en movimiento constante. Es un regalo inmenso estar vivos, haber despertado hoy, tener la posibilidad de jugar un día más en este planeta. Incluso en algo tan simple como la respiración podemos ver el universo entrando y saliendo de nuestros pulmones, cargándose de energía y poniéndonos en relación con todo lo que nos rodea.
Thich Nhat Hanh lo expresa con claridad en su libro Volviendo a casa: “El aire fresco está a nuestra disposición las veinticuatro horas del día. Pero la pregunta es si somos conscientes de su existencia y tenemos tiempo para disfrutar de él”. Qué maravilla, ¿verdad? La abundancia ya está aquí, nos acompaña a cada instante, pero si la mente se encuentra atrapada en la escasez, nada parece suficiente.
Si queremos profundizar en esta comprensión, necesitamos cuidar de nuestro cuerpo y de nuestra mente con atención. Los alimentos son energía, y cada uno transmite una vibración distinta. Para sostener claridad interior conviene elegir aquellos que ofrecen estabilidad, equilibrio y fuerza vital. ¿Cómo podría reflexionar con serenidad sobre los misterios de la vida si me lleno a diario de alcohol o de azúcar, energías tan expansivas que dispersan y no permiten centrarse? ¿Y cómo podría mirar en profundidad si abuso de alimentos tan contractivos que me encadenan solo a lo sensorial, a lo superficial, a lo meramente práctico? Lo mismo sucede con los hábitos: resultan imprescindibles. ¿Cómo voy a despertar con gratitud y alegría si mi hígado está saturado por una cena pesada y tardía? (Spoiler: no lo consigue ni el café más fuerte). ¿Cómo agradecer nada si me levanto sin energía, con dolor y desgana? No es imposible, pero se vuelve mucho más difícil.
Cuidar lo que como y cómo vivo no es un simple asunto de “dieta saludable” o de “hacer ejercicio”, es el terreno donde la conciencia puede florecer. Una mente clara necesita un cuerpo disponible. Y cuando el cuerpo está ligero y sereno, se abre la posibilidad de experimentar esa otra práctica esencial: volver una y otra vez a la conciencia, a la gratitud. Dar gracias por la energía del universo que mantiene cada célula de mi cuerpo trabajando en silencio, sin que yo tenga que hacer nada. ¿Cómo podría sentirme pobre si dentro de mí late una inteligencia infinita que me permite amar, crear, escuchar, interesarme por la vida?
Aquí te propongo un pequeño ejercicio para transformar el deseo en claridad: toma un cuaderno y escribe en dos columnas. En la primera, anota con sinceridad todos los deseos que surgen en ti estos días: desde los más grandes hasta los más pequeños. En la segunda, junto a cada deseo, escribe qué de lo que ya tienes hoy responde, en parte, a ese mismo impulso. Descubrirás que en la raíz de cada deseo hay algo que ya está presente en tu vida, pero que tu mente pasaba por alto.
Y un segundo ejercicio, aún más simple: cada mañana, antes de comenzar tu día, piensa en tres cosas concretas por las que sientes gratitud. Respira con ellas, nómbralas en voz baja. Deja que esa gratitud te abra a la abundancia que ya fluye en ti.
Puedes llevar la práctica aún más lejos con una simple pregunta: ¿realmente necesito todo lo que deseo? A veces confundimos deseos con necesidades, y en esa confusión se alimenta la sensación de escasez.
La necesidad surge de algo esencial para la vida: respirar, comer lo suficiente para nutrirnos, descansar, sentir afecto, tener techo. El deseo, en cambio, es una proyección de la mente que busca algo “más”: la galleta extra aunque ya no tengas hambre, la ropa que no necesitas, la casa más grande cuando ya tienes una. El deseo no es malo en sí mismo —de hecho, nos impulsa a crear y evolucionar—, pero cuando se confunde con necesidad se convierte en un pozo sin fondo.
La próxima vez que un deseo aparezca, pregúntate: ¿esto nace de una necesidad real o de una compulsión alimentada por la falta de claridad? ¿De verdad lo necesito… o simplemente lo deseo? Solo esa pregunta puede ahorrarte muchos callejones sin salida y devolverte la paz de valorar lo que ya está presente en tu vida.
La abundancia ya está aquí. La pregunta es: ¿quieres verla?















































muy buena entrada Mariano, me has hecho despertar este día que ya estaba con la mente en mil cosas, dormido como muchos otros dias. Haces mucho bien, gracias por compartir con nosotros. Soy un fiel macrozen que te sige desde hace años.
Hola Mariano.
Simplemente te doy las gracias, por recordarnos el valor de la vida sana, alimentación consciente, pensamiento positivo………en fin .
Gracias infinitas.
Pura vida namasté ☯️♀️
GRACIAS MARIANO!!!. Me ha encantado ésta reflexión. Cada mañana agradezco el poder vivir un día más, a mí cuerpo ,el que me permita disfrutarlo y a mí madre, por el regalo de la vida … Llevo años haciéndolo y me ha ayudado a ser más consciente de cuánto me rodea…
No consigo alimentarme ni medianamente como debiera, aunque llevo años intentándolo, creo que fallo en lo básico, la energía de los alimentos, y eso me lleva a deseos de alimentos nocivos… Pero estoy en ello … Poco a poco. Muchas gracias por explicarlo tan claramente. Un fuerte abrazo.
Hola, muchas gracias; en gran parte estamos condicionados desde pequeños para desear sobretodo desde lo material, desde un sistema q funciona en base a la escasez, el consumo, lo desechable, lo rápido! Sin embargo Dios / la vida / el ser, nos dan lecciones («crisis, problemas»), q nos ayudan a evolucionar y a estar más conscientes.
Hay mucho para desaprender y descondicionar! Gracias por ayudarnos a reflexionar y a cuestionar nuestras creencias. Un abrazo
Me resulta de gran ayuda está reflexión,en este momento.gracias Mariano.totalmete de acuerdo
Gracias Mariano.
Buena reflexión. Debemos distinguir entre lo que necesitamos y lo qué deseamos.
Hola. Gracias. Difícil controlar los deseos.
Hola Mariano,Tienes toda la razón Muchas veces perdemos el tiempo en nada y el hecho de estar vivos es una Bendición, Debemos aprovechar a disfrutar de las cosas pequeñas pero importantes,Porque no sabemos si será el último día de nuestra vida,Gracias Bendiciones para ti y tu familia.❤️
Gracias Gracias Gracias Mariano, excelente mensaje, bendiciones desde Argentina
Gracias por regalarnos esta reflexion. Muy enriquecedora para nuestro ser.