En el maravilloso universo de la psicología existe una historia que ilustra cómo nuestras creencias limitantes y experiencias pasadas pueden condicionar completamente lo que creemos posible. Imagínate un elefante que, desde muy pequeño, es atado con una cuerda fuerte a una estaca clavada en el suelo. Con el tiempo, aunque crece y tendría fuerza de sobra para liberarse, sigue convencido de que no puede romper esa cuerda. Esa creencia le mantiene prisionero, aun cuando su poder real es enorme.
Esta fábula conecta directamente con la teoría de la indefensión aprendida desarrollada por Martin Seligman: la idea de que, tras vivir situaciones en las que no logramos cambiar un hecho negativo, acabamos creando en nuestra mente la certeza de que nada depende de nosotros. Nos resignamos y dejamos de actuar, incluso cuando podemos hacerlo.
Pensemos ahora en la alimentación. ¿Cuántas veces has intentado comer de forma más saludable y, tras varios intentos fallidos, has acabado diciéndote que “no tienes fuerza de voluntad”? ¿Cuántas veces has vuelto a la comida rápida o al picoteo sin hambre real, convencido de que es imposible cambiar? Esa sensación de impotencia es, en sí, indefensión aprendida: creer que por haber fallado antes, fallarás siempre.
Y sin embargo, no es cierto.
El cambio es posible. Pero no vendrá desde la fuerza bruta o la exigencia excesiva, sino desde el desmontaje de esas creencias falsas. Al igual que al elefante se le puede enseñar a probar una vez más, nosotros podemos retomar el control. En lugar de seguir repitiendo lo que no funciona, podemos buscar nuevas estrategias, pedir ayuda profesional, establecer metas realistas y sostenibles, y practicar una alimentación consciente, paso a paso.
Piénsalo. ¿Cuántas veces has querido empezar a comer mejor pero te has dicho: “Ya lo intentaré el lunes”? ¿O has abandonado todo esfuerzo porque una comida desordenada te hizo sentir que ya todo estaba perdido? Esa mentalidad es parte del ciclo. Y solo se rompe tomando una decisión distinta.
Imagina esto: una persona que lleva años luchando con su peso, probando todo tipo de dietas restrictivas y abandonándolas. Un día decide no hacer dieta, sino simplemente sentarse a comer sin distracciones, con atención total, y masticando bien. Lo hace una vez, y algo cambia. Siente más saciedad, menos ansiedad. Lo repite. Y poco a poco, deja de necesitar comer tanto. No porque tenga “fuerza de voluntad”, sino porque está presente. Porque está empezando a escuchar su cuerpo en lugar de luchar contra él.
El cambio no es inmediato. Como el elefante, necesitamos tiempo, paciencia, y sobre todo: una nueva mirada. Pero cada pequeño paso que damos nos acerca más a esa vida con la que soñamos. No permitas que tus fracasos pasados dicten tu futuro. No eres esa persona que “no puede”. Solo te lo creíste. Y puedes desaprenderlo.
Martin Seligman nos enseñó que podemos superar la indefensión aprendida con conocimiento, apoyo, y nuevas experiencias que refuercen otra narrativa: la del poder personal y el cambio consciente. Así como en la historia popularizada por Jorge Bucay, donde el elefante permanece atado solo por la creencia de su impotencia, nosotros también podemos vivir atados por ideas viejas que ya no tienen sentido.
Ahora bien, ¿cómo empezar?
Te propongo un ejercicio simple, pero muy poderoso. Hoy, elige una sola comida —el desayuno, la cena, lo que quieras— y haz esto:
Apaga todas las pantallas. Móvil fuera de la mesa. Nada de televisión, vídeos, mensajes, ni música de fondo.
Siéntate solo a comer. No respondas correos ni leas nada mientras lo haces. Solo come.
Mastica cada bocado al menos 30 veces. Siente el sabor, nota cómo cambia en tu boca, y observa cómo tu cuerpo reacciona.
Hazlo con honestidad, aunque sea solo por 15 minutos. No necesitas “hacerlo perfecto”. Solo necesitas estar ahí. Es una práctica sencilla, pero te aseguro que cambiará tu relación con la comida si la repites con constancia. Porque es en ese silencio, en esa atención plena, donde empieza a romperse la cuerda invisible que te ata.
La indefensión aprendida se alimenta del piloto automático, de las prisas, del “no puedo”. Pero si te das ese espacio de presencia, aunque sea una vez al día, comenzarás a salir de esa prisión.
La verdadera transformación comienza por lo pequeño. Y tú puedes empezar ahora.
Si necesitas ayuda profesional para transformar tus hábitos, mejorar tu alimentación y llevar a la mente hacia unas emociones más pacíficas, te ofrezo mi programa Camino al Bienestar. Será una gran alegría tenerte caminando conmigo hacia lo mejor de nosotros mismos.
Me siento identificado, mariano, tal cual. Me encantan tus escritos. Me sirven mucho para tomar conciencia de que podemos mejorar lo que no nos hace bien. Un calido abrazo